sábado, 20 de septiembre de 2008

LA IMAGINACIÓN SE DESVANECE COMO SI DEJARA DE LLOVER

Los escalones de la vigilia se erosionaban a fuerza de anonimato y tardes anegadas por la timidez. El viento de imágenes con canciones impresas de expresiones maquilladas sutilmente (virtuosismos tales como arena en los ojos de una chica con fiebre) no significaban ya otra cosa que simulacros en el curso de un-amor-más y una-vida-menos.
Un febrero y por la tarde, cuando escapé de aquel amasijo de palabras finiseculares, que formaban todas superpuestas una especie de "u" prolongada, cual abucheo, no supe implorar grave ni persuasivo que amainara el viento y empezase a nevar con Mónica al lado, sino que el alcohol se hizo sangre y la cobardía apatía. Palabra del soltero. Una necesidad caída de los nubarrones, captada sin el menor titubeo y con los más notables balbuceos, porque veía en tu mirada, más tu sonrisa recriminatoria, la paz sin condiciones (creo recordar después de interpretar los posos de mis fábulas). Sin embargo, esta vez no fue tanto el borrador del principio de Arquímedes (el dolor corporal desaloja el último volumen del amor), no fue tanto eso, imagino, lo que me haría más fuerte e impasible ante lo imposible, como una callada confianza en que la siguiente temporada sabría detectar con pasión cualquier otro regalo de tamaños ojos y esa lozanía. Y después de lo dicho, mi nobleza ancestral y el realismo poético me empujaron a la lealtad más erguida, a la evasión inconfesable.

1990, UNA PAREJA RECUPERA EL EXISTENCIALISMO DE MASAS

Al fin sintieron deseos de salir de allí. Abrieron la puerta de aquel pub de paredes oscuras, y una tenue luz, y una tenue brisa, les deslumbró. Desconocían aún si eran las ocho de la mañana o las ocho de la tarde. Yo hubiera apostado a que estaba amaneciendo.