sábado, 27 de septiembre de 2008

LOS EVASORES

"Hazte mayor". Echó de menos un premio a la paciencia y otro a la fatiga ponderada, echó de menos el ruido premioso de coche por esquina adoquinada, entró en la habitación más suiza con ventanas al pueblo. La asíntota que era su nostalgia tenía que ver, que imaginar, con el ladrillo mojado de la pequeña ciudad que construyó su padre, que no llegó a ser el porvenir que soñara joven desde los olivos, o entre grúas y alúas. Se examinó el antebrazo y, escuálido y autodestructivo, le evocó una imagen de sus primeras decisiones independientes, un brazo mecánico que parece agarrar obsequios y sin explicación legal no consigue retenerlos. Caramba, mira hacia una ladera que podría ocultar un tesoro y, sin saberlo, inclina la cabeza: las naranjas son amargas, chicas underground se multiplican por azoteas.
Dejó una posibilidad a medio fracasar, no cabe otra especulación, pero suficientemente confortable y morena como para andar escribiendo todas las borrascas sobre terrazas soleadas, por escribir durante días encerrado, y también por describir las nubes caladas de sobremesa. Y toca su antebrazo renovado aire limpio y a ratos amarillo Arenal (amarillo Baratillo, diría algún amigo, amarillo postre, cartucho de pescado, Reyes Católicos, una semana antes hacia el Tibidabo con labios e ilusiones selladas, mesas niqueladas con pastelitos y servilletas de papapel extrafino, ole).