miércoles, 26 de agosto de 2009

ABRIL, 1999

Una de las sorpresas que más cara de niño me produjo fue la frecuencia con la que todas las tiendas de donde me había tocado vivir, y que yo creía tiendecillas de barrio con gran diseño, aparecían en cualquier Calle Alta que recorriera. Hasta la tintorería Crystal pertenecía a una gran cadena, probablemente con mayor facturación que algunas urbes de origen de la clientela. Por cierto, allí lavé mi ropa a 90ºC, naturalmente por error (hay que recordar que andaba medio sonado), y sólo una camiseta de promoción quedó descolorida, hasta la colada se adaptaba al medio. En mi habitación había detalles que invitaban a la locura: el colchón sobre el colchón, el escritorio pillamanos, la mesa de guardería, el sillón que obligaba a posturas de ultraconcentración... Por no hablar de la banda sonora de la calle (trasera) entre las siete de la mañana y las siete de la tarde. Destacaba incansablemente una voz que anunciaba por megafonía distintas estaciones de tren, o de metro, o de ambos; eran unos ocho destinos que se repetían una y otra vez, una y otra vez, desde algún apeadero cercano que yo nunca conseguí localizar. Sin embargo, acabé por acostumbrarme a ese ruido de fondo, quizás porque era una bonita voz femenina, y más de porcelana que metálica, y llegó a ser causa de motivación en los despertares de mis días libres.

miércoles, 19 de agosto de 2009

BALANCE A LA HORA DE LA SIESTA

Increíble cómo lo recuerdo todo tan desenfocado pero tan vivo. ¡Pero no es desenfocado como lo veo sino sobreexpuesto! Mucha luz densa, y porciones de sombra que el destino se empeña en enfocar automáticamente, mucho sueño, nuevos hechos cada día que cristalizan en la extraordinaria y única imagen que hoy contemplo con lágrimas en el hígado, cambios para siempre escucho. Sé que parecía estar en las nubes aunque en realidad estuviese en los nubarrones: y que bebí con demasiada fidelidad a una especie de personaje con el que me libraba de trances sonrojantes. Yo hacía poca vida lectiva, sólo me movía el defender a copa y espada el interminable circuito de fiestas y barriladas, y ahora puedo decir bien bajo que yo era... más... papista... que la papa, pero no en el mal sentido sino en sentida autocompasión. Por último hay que confesar en mi defensa que todo mi estropeado concurso tenía como larga explicación la noble causa de enamorar.

miércoles, 12 de agosto de 2009

TARA FASCINANTE

La humanista fuerza que te permite aguantar nubes de arena, hipersensibilidad alérgica, cerveza caliente, whisky Navarlaz. Como muchacho bien sugestionado me lo imaginaba todo desde planos semicenitales y travellings con música extradiegética hasta para ir a mear. Y los destellos líquidos y los colores vivos apreciados ya entonces como las aportaciones más románticas de los años noventa sobre el tablero. Además tuvieron lugar desconciertos brillantes, la nítida anarquía individual e incluso neoliberales ganando elecciones.
Ahora como respuesta a tu pregunta imaginaria, aunque te hagas la invisible o la olvidada, decir que te deseé la primera vez que te vi. Durante la barra libre que siguió al saludo, tu antecesora me dijo que tenías mucha vida dentro, pero la mayor diferencia dulce con respecto a ella misma, es que tenías mucha más vida fuera y por atraparla hacías preciosos intentos espontáneos y, literalmente, movimientos irresistibles de tu cuerpo. La segunda vez confirmabas a un observador imparcial, finisecular y concentrado en otras oportunidades, que seguías respirando el oxígeno escaso de las tardes inesperadas de amor y carbonizando los amoríos tanto tiempo esperados. Ibas especulando con el paso de los acontecimientos en contra de todas las ciudades a las que pensaba llevarte cada mañana que me largabas rapidísimo.
Al poco perdiste ese mirar por encima de los registros convenientes y aunque yo intentase coordinar mis códigos vitales y mis voluntades más o menos seguras, la verdad es que sólo miedo y naufragio empecé a representar para ti. Y aunque la idea de naufragio no estuviese mal adaptarla a nuestra edad, te digo hoy como caballero bien sugerente que no vuelvas a preguntarme de qué voy cuando te escriba otro poema y te hagas la sueca o la inmortalizada.

martes, 11 de agosto de 2009

MOJONES KILOMÉTRICOS PARA UN PROYECTO DE NOVELA

Google. Blois. Adrenalina. Facultad. Viaje falso a Italia. Sevilla 99 en la hemeroteca y posterior kermesse cervecera. Dr.Terrero. Masonería y Semana Santa. Plataforma petrolífera y avión a las Azores. Acuarelas fotografiadas en Praga y propósitos más saludables, licor de paloduz. El despiste del autocar, el tornado y el hotel de El Ronquillo. Terraza-bar en Uzbekistán, intemperie confortable con su azote de ruidos huecos nocturnos: Madrid 80’s. Miserias futuras o desastres inminentes. Muerte en vida posterior. Errores hablando en inglés, mis metonimias de pata. Pentalogía del amor hotelero: I. Ten years ago, Angela Mackinlay. El relativismo treintañero que domina la parálisis creativa. Canalización del Dolor o Curso al Pantano de la Belleza o El Río Chanza: Presa de la Nostalgia. Apertura episódica de sus compuertas. Descanso de la mucha presión triste, la sorprendente exteriorización quinquenal.

miércoles, 5 de agosto de 2009

SAINETE I

Ernesto seguía lamentando la construcción de un metro para Sevilla. No era el derrotismo rancio del escalón-descansillo por encima de la media (miles de conciudadanos anómicos lo ocupaban), tampoco el miedo al paso de los años de quien no sabe envejecer. Lo que desolaba a Ernesto de aquel proyecto hecho trayecto era la velocidad escalofriante con que las hordas de delincuentes (y sus padres incompetentes) se colaban en la mayor ciudadela del continente, entre los pasos tranquilos de los ancianos más elegantes de la mañana. Ernesto recordaba su juventud en autobús, recordaba los jardines del Alcázar tras ese muro, bajo los árboles, el bar de época y las palabras clandestinas de Nuria cuando ambos se retrasaron de sus amigos. Cinco años más tarde:
- Hola, qué bien te veo.
- Y tú también. Yo estoy bien, sí.
El reencuentro en el estudio no puede prolongarse por mucho tiempo porque la grabación debe comenzar ya (la culpa es de Ernesto, claro, esta obsoleta querencia por el autobús le hace llegar tarde a todos sitios). Se dirigen al atril como cuando se conocieron, concentrados, serios, reconfortados, como solía evocar para tales momentos su malogrado amigo Dani: con la temperatura de la escena final de El Graduado. Ella ha sugerido tomar algo a la salida, y Ernesto ha contestado que sí. Él la ha rodeado con su brazo como “un buen profesional que se enfrenta a un take” (voz engolada), y Nuria ha dicho algo cristalino con la mirada y su camiseta. (Carraspeo)...A Ernesto y a Nuria les pagaban por doblar, y ausentes pero diligentes...
- ¡¡¡No pueede seeeer!!! ¡¡¡Los payasitos se fueron y me dejaron en este valle de margaritas!!! – dijo Ernesto con la chillona voz de un conejito afeminado.
- No te enojes, pequeñín. ¡Mañana veremos a tu papi y a tu mami! –contestó Nuria en el papel de la bruja buena pero igualmente ronca.