lunes, 20 de abril de 2009

PERDÓN POR LA VOZ

No se me podía considerar figura en ninguna disciplina y por eso me dejé caer con sosiego en la Gestaltpsychologie. De modo que el fondo se encargaba de darme forma, desalojando un poco de noche y completando de un movimiento el pasatiempo de la idiosincrasia y el resto de mi carácter. Brillos en el sonido y fallos en la voz, unas manos se estrechaban y otras más pequeñas se podían hacer. Muchachas no de aquí. Desinhibición. Piel nacarada por todo el cuerpo. Depeche Mode tenía una canción que explicaba la definición de una figura propia a partir de un fondo, si se quiere lleno de errores sentimentales y botellas medio llenas. De ese fondo también sonaba en ocasiones mi nombre, sorprendentemente de los labios más cotizados de la zona, y tan carnosos como para acordarse de pocos nombres. Las fronteras entre India y Pakistán, Grecia y Turquía, la barra que separaba el Berlin de entonces, eran zonas de intromisiones y retiradas. Los pasos en tímido de una relación casi profesional a un acomodamiento de curiosidad cruzada y voces asentadas se repitieron sólo durante un mes. Y la bajamar posterior descubría una especie húmeda de amnesia, el alimento de la disculpa. Los demás viernes y los sábados de más fui recayendo con leyenda en la misma excitación intermedia y única.