jueves, 14 de mayo de 2009

IMPACTOS VESTIDOS DE ÉPOCA

A ver, malos augurios. Concierto de lavadora con válvula de olla express y perro quejumbroso. Eso era un cuadro de una resaca sevillana en el paso de los setenta a los ochenta, sin solería en zonas comunes y arenosa resignación ojerosa al desempleo estructural de parte de algún héroe y su heroína. También he llegado al reflejo de evitar videos de los noventa para no especular ahora de verdad con retiros de circo en plataformas petrolíferas del norte.
Todo muy realista. Cruzo la calle Almirante Lobo, un quiosco y una barbacana consolidan la superficie. De hecho, Don Miguel Lobo y Malagamba es reconocido en su lápida como “militar bizarro, publicista distinguido”. Cruzo esa calle y me trabajo un sentimiento de una clase juvenil, como aquellas melodías ventiladas al ocaso de una expectativa histórica y escuchadas desde la cama, chica perfecta en el alma y lejos de estar mal en curvas y tersura que causara suficiente dependencia en el siglo pasado. Y a la orilla de nuestra dársena sacralizo mi personaje desdibujado en el agua estancada y negra, más frescura insegura que sello indolente y césped recién cortado en la exhalación de aquellos días… una promesa que se autodestruirá con una cálida circunstancia entre sus brazos… y barbacoas que se planificaron en balde.