lunes, 13 de julio de 2009

DENTRO DE DOS AÑOS

Voy a esperarte a la salida del trabajo. Sé, sí sé, que sería mejor esperarte en coche bajo la lluvia del primer mes de clase, mayor predominio de los ocres, bramido de los coches rompiendo en el asfalto, pasando antes por mi casa. Sería bonito descubrirte el efecto de las luces de la tarde sobre las lunas mojadas: “Mira Hada, las luces rojas de los coches pierden intensidad, las de los comercios se resitúan en tu mismo cristal”. Es curioso que al cruzar el río, al estrecharse las calles, el espacio entre nuestros tiempos se hacía más ancho. Burgués conducía su utilitario concentrado en que al cambiar las marchas ella le tocara la mano, a riesgo de provocar un accidente de mucho menor calado. Los poderes de Hada y los padres de Burgués eran ya conocidos por toda la ciudad amurallada. Una vez, un mago perdió sus poderes cuando Hada posó su mano sobre su verdadero tendón de aquiles, a la altura del cuello. Buscando la llave correcta bajo el paraguas apastelado que me brindaste, pensaba en todas las palabras que no necesitabas decir, y les ponía tu voz.