miércoles, 22 de julio de 2009

BUSCANDO LAS TABLAS

(Sevilla, 1996)["Ha de encontrarse muy enfermo porque por primera vez no le apetece beber." (Rafael Viana)]. No está proponiendo nada bueno, apenas lo que uno de esos físicos propondría (pero sin tarta payasa), sus pupilas se han dilatado hasta la gripe o la idiotez y se está dando cuenta. La presión sobreviene del ocaso, Montand murió hace cuatro años, parece que fue hoy. Suelen decir que un ciclo ha terminado.
Varias noches seguidas soñando con temas escolares, el verano tocaba a su fin. Pasear por un camino inusual, sí real, hacia el instituto. Recorrer las calles muy deprisa, como recorren los nervios mi estómago, mis brazos, mis piernas. Caminar rápido con mis mejores nervios por aquello de volver a ver a tanta gente, y conocer a niñas nuevas, porque quiero olvidar una época que para mí significa reclusión (soledad) y pobreza (dependencia). La vida en general, a título particular, regresa otra vez. Las caras en la puerta del instituto son caras de la facultad: ese es el sueño: seis años atrás, un anacronismo.
Dos meses y medio refugiado en un diminuto cuarto climatizado por el día y refugiado en la ventana por la noche. Me gustaba escuchar a oscuras e iluminarme por la brisa y ver más allá fácilmente. Mi mirada llegaba incluso a los retiros vacacionales de los demás, a una lejana vida social estival. Era ayudado por las canciones de siempre que atravesaba a veces el tiempo y en mi mente se fundían ilusiones y alusiones. Así, sin dormir casi, sobrellevaba el verano. Entre el insomnio voluntario y el perfecto registro de los sueños, el sano cansancio y una expresión ligeramente atractiva. Ese leve y natural cansancio púrpura de las cuencas de mis ojos consiguió no hundir mi orgullo como ya lo estaba mi ánimo. No paraba de soñar.
Pero le llegó el momento de oler carpetas recién compradas y de comprobar lo pálidas que eran su piel y su voz.