martes, 28 de julio de 2009

TRAS LA TARDE DEL ELEVADOR PANORÁMICO

Hablamos una hora de madrugada, una hora de reloj de madrugada, sudando al estímulo de palabras a quemarropa si cerramos los ojos, he aquí una pareja mejor y más inteligente que la gente que duerme. Una hora de mayor luz, la luz de un puente. Casi podía escuchar el ruido que te acompañaba de destellos adentro, me impresionaba (no-me-presionaba) tu fuerza, tu forma de darle la vuelta a la tortilla y hacer del vertiginoso continuum que vivió contigo una misteriosa alusión de labios cerrados a un mundo en una estrella habitable. No sería un mal destino instalarse allí dentro, en el espacio exterior de tu interior. Además, te recuerdo que tu forma de fruncir la nariz aquel verano que me sonreías estaba siendo prohibida en algunos estados sin salida al mar.