miércoles, 19 de agosto de 2009

BALANCE A LA HORA DE LA SIESTA

Increíble cómo lo recuerdo todo tan desenfocado pero tan vivo. ¡Pero no es desenfocado como lo veo sino sobreexpuesto! Mucha luz densa, y porciones de sombra que el destino se empeña en enfocar automáticamente, mucho sueño, nuevos hechos cada día que cristalizan en la extraordinaria y única imagen que hoy contemplo con lágrimas en el hígado, cambios para siempre escucho. Sé que parecía estar en las nubes aunque en realidad estuviese en los nubarrones: y que bebí con demasiada fidelidad a una especie de personaje con el que me libraba de trances sonrojantes. Yo hacía poca vida lectiva, sólo me movía el defender a copa y espada el interminable circuito de fiestas y barriladas, y ahora puedo decir bien bajo que yo era... más... papista... que la papa, pero no en el mal sentido sino en sentida autocompasión. Por último hay que confesar en mi defensa que todo mi estropeado concurso tenía como larga explicación la noble causa de enamorar.