viernes, 16 de octubre de 2009

NOS ESTAMOS QUEDANDO SOLOS

Estamos entre bosques altos (soy un ignorante en árboles) elaborando teorías sobre la caída de la bola perdida, en un campo de golf diseñado al estilo Le Nôtre, setos de baja altura rodean los greens, la casa club es el Castillo de Chambord. Es un día húmedo y con grano, envuelto en efectos de grandes distancias, muy diferente de aquellas fotos que había dentro de una cámara de juguete. Estamos muy bien vestidos.
No sé cómo he llegado aquí, por qué tengo dinero o de dónde he sacado este acento autóctono. Lo más bonito es la ilusión de eternidad, consecuencia seguramente del acierto inmemorial en la elección de colores. "Si me pudieran ver ahora todas esas desgraciadas que me tenían siempre en la banda calentando y jamás me dieron una oportunidad". El amigo Vicente sonreía y contaba (o inventaba) algo nuevo, nunca dormía la siesta.
Comeremos con nuestras mujeres en algún kilómetro de la carretera, pero nada que se parezca a un vertedero próximo a Valladolid (mi más hundido poema y una de las ciudades españolas que más les suena, por cierto). "Comeremos en una casa con mayor definición que las imágenes normales". No me preocupa haber perdido la cuenta de lo que hemos pedido (esto no es la Feria / ya no hay lugar para más tristes juegos de palabras), lo único que merece la pena tener presente es un concienzudo homenaje póstumo a Claude Sautet, sus actores e intelectuales, sus mujeres y los demás. - Cura vierte copa sobre interlocutor - otro homenaje.