lunes, 4 de enero de 2010

EL TIEMPO ENTRE UNA FOTO Y UN CUADRO

De pequeño no veía lo que puede causar una corriente entre dos estaciones. El descubrimiento, por supuesto, tiene menos rigor que el humor belga, pero me interesa porque desvela (siempre ocurre en las noches) la posibilidad de un travelling. Al pasar de una habitación a otra alguien abriría una puerta durante un intervalo lo bastante repentino como para suspender cualquier flequillo y toda respiración. Godard, Fitzgerald, Louis Malle y sus herederos.
Esos estímulos de segunda juventud fueron con mala frecuencia ignorados por sus protagonistas, en un lamentable trabajo de sensibilidad hacia cuestiones respetadas. ¿Pero no era más grave desaparecer sin haber comprendido lo que nos acercaba al tibio frío de la posteridad, la memoria y la profecía (todo mezclado), o atardecer con dignidad? Porque para ellos dignidad y posteridad eran la misma palabra.
Estoy seguro de que los ciclos, los grupos, las caras, reiniciarán la marcha (maratoniana y de baja intensidad) cuando la brisa y las estrellas se alíen para caminar a la inversa. Cada cruce y los movimientos de cuello, e invierno y otoño, o las capitales y el Atlántico, saben saludar y decirse adiós en una abrir y cerrar de labios, atenuado y exhausto el ritmo de mis besos por tantos antecedentes de vida.