jueves, 14 de enero de 2010

LA HIDALGUÍA

Era muy fácil detenerse en paralelo a un escaparate de gente colorada cenando, parecía medio preparado mirar de reojo cabizbajo madurando brindar al mañana un solemne tiro de cámara que sellara la estresante atmósfera de ruido abandonado y café fedatario. Pero ello, el árido tacto de la nobleza de transición, se revelaría más adelante como toda una conferencia del sentido para cuatro años tirados por los sumideros de la Facultad. “Silencio, se ruega. Calladamente se ruega, se pide, a lo más paranormal, por una vida resurrecta”. Y eso fue exactamente lo que tuvo ocasión después de dejar aquellos alrededores entornados, aquella época que existió a medias con el instinto y que había sido explorada con los ojos rasgados de sol, de soledad, de ensoñación.