lunes, 19 de septiembre de 2016

A DOS TELEDIARIOS DE LA TELEPATÍA

Él (en adelante el tomador) y ella (un campo de espliego cuando ya ha caído la noche) respiraban parecido. El tomador le dirigió palabras inocuas todos esos meses, pero mientras eso pasaba intentaba construir algo semejante a un túnel entre sus caras con la maquinaria de la soledad de su sofá, de la espera de un embarque en la estación de Sants, un túnel en busca de unos ojos desde la playa de Doñana y desde la cubierta de un barco que (lo presintió vivamente) recorrerá algún día los fiordos noruegos en silencio utópico. Ya no hay túnel porque ya no hay caras. Pero en esas encuentra el tomador un firmamento desatendido para filosofar centelleante sobre su terraza, de ella. Ella ha sido espoleada hoy por la vida de los matorrales que siempre han estado allí. La cortina tan sutil que acaricia su muslo, el campo tan inesperado que transforma sus perspectivas, el mar inteligente que cede a sus más bellos misterios y rompe los argumentos más insensibles.