sábado, 1 de octubre de 2016

NI QUISIERA

Explorando caras inconformistas fue que te puse contra la pared. Tú demostrabas un veinte por ciento de pasión por mí, yo te leía un poema de Goytisolo que evidenciaba mucho miedo a morir. En el reflejo del silestone color champagne yo era superviejo, pero en el espejo sobre el que se apoyaban todas las botellas que quería probar parecía un niño con barba. (O era al contrario). No sustituiste a nadie a pesar de tu fragor, eras una preciosa recompensa sin nombre, orgullosa de tu sombra y rutilante estrella en la noche alamediense. Ni siquiera un millón de sábados (no sólo míos) me hacían olvidar el rechazo: el rechazo de mi vida: que nunca sería mía.