domingo, 6 de noviembre de 2016

NADA NI DANI

Porque hacía lo mismo de siempre simulé inmortalidad. Cuando la lluvia arreciaba sobre mi cuerpo apenas mojaba mi recuerdo cruzando el Polígono Calonge, y me daría igual antes en el futuro. Reúno fuerzas sobrehumanas para ir al vagón cafetería. Me sumo a tu fiesta y me hago el inmortal, se me hunde un pie en el surco de barro de un coche y desaparezco de la noche. En caso de extinción una cerveza: una cerveza, por favor. El siglo diecinueve y el siglo veintidós enviaron su angustia, que yo abracé sentado en un autobús de la ruta aleatoria. Cualesquiera que fuesen tus gustos musicales, sean cuales sean tus deseos artísticos, voy a decirte adiós en el mundo de las malas ideas, en un universo de fe sentimental. Esos silencios me llevan y me traen siempre solo, pero fue demasiado sombrío el último viaje. A esta hora no veo nada exterior en la ventanilla. Tú tranquila, sé ocultarme desestimulante en la sombra, sólo que esta vez fueron demasiadas las palabras de relojería que han quedado por ahí sin explotar su atrevimiento. Como cuando desactivan bombas de la Guerra Civil, fastidiando los domingos de la gente.