miércoles, 26 de noviembre de 2008

TODO ESTÁ DENTRO

Los periódicos locales, las radios locales, los informativos de las televisiones locales, reflejaron el suceso que nos ocupa y el ruido del tráfico en la misma noticia, como hacían siempre y sin la menor conciencia. Redacciones mal insonorizadas y comprensión con cara de mona hacia un conductor cuya premura sólo se justificaría en el caso de estar cagándose al ritmo del claxon, son dos posibles explicaciones a ese cierto impulso al desconcierto de la crónica matutina. La progresía y la regresía (aproximación a un galicismo que le queda grande) se habían aliado al olor de la palabra despiece. Para despedazarlos.
El suceso no fue un suicidio, y sin embargo así se aseguró.
Fui a tender la ropa recién comido por dentro por alubias del Día (no confundir con legumbres frescas), erguido artificialmente por un hilo de vida responsable, sin resuello y con sueño, desolado por la disipación de las últimas convicciones y la evaporación de las últimas ilusiones... La luz y el calor no eran propios de septiembre, este sudor no era propio de un intelectual. Y en un movimiento absurdo de puro perfeccionismo tendedor, sujeto a un alfiler (en consonancia con lo que fue mi vida) caí desde la azotea sin ofrecer resistencia, como un soldado vigía de cerámica que no comprende cómo llegó a las almenas. Y caí cerrando los ojos sin querer hacerme preguntas, ofreciendo resistencia a visualizar la escena frente a este maldito don panorámico que me vio crecer, e intentando no recordar ningún plan previo a la colada para no morir con un inmortal eco de rubor.