jueves, 26 de junio de 2025

MONUMENTO NATURAL A LA INSIGNIFICANCIA

Esto va de andar orillado bajando desde Harrow Road hacia un Sainsbury's exento inaugurado a mi llegada, mirando de reojo una de esas cilíndricas estructuras metálicas, británicas, que guardaban en otro tiempo el gas de hulla. Huyendo de planes a largo plazo, buscando la paz a todo gas, riendo con la especulativa estampa de un pensador de Rodin esmirriado, liderando premonitoriamente una manifestación telepática y violenta al pensamiento de "¡Viva el fuero interno, fuera lo vivaracho! 

Al margen de ideales capicúas, esto va de caminar presintiendo que la aridez era la certidumbre, creer que en un ancestral recodo, en una brisa fraseológica y en una elocuente fabulación personal habría un sentido para seguir adelante, para entrar a comprar atún, pan de molde, salchichas, leche semidesnatada y alubias Economy y volver al cauce que llevaba a tu habitación, siempre a una habitación, morir diariamente en un anónimo espacio donde repasar el mundo y encerrarse libre. Cencerros aparte, firmar por siempre una paz justa y duradera.

Así pues, mientras el aislamiento avanza, hoy, de modo más cansado y convencido que nunca, ese vagar rutinario en un Londres de otro siglo, esa otra vida revisitada con fascinación, está ocurriendo aquí y ahora en estas palabras: sigue transcurriendo allí desde entonces. Amaina el viento en algún instante de aquellos días y reescribes una inflexión de la historia con nuevos alcances, resabiadas aspiraciones, perspectivas aún más místicas y silenciosas. Si el tiempo triplica su sentido como mantiene ahora un tal Gunther Kletetschka, he aquí una forma casera y tristemente limitada de intuir dicha teoría. Llámalo anacoreta, llámalo sociópata, llámalo profeta en su despacho. Aquí yace alguien superviviente en el tiempo de la conciencia.