jueves, 25 de septiembre de 2008

EL MAL DE BANQUETING

Es importante saber que soy lento con gran capacidad de sufrimiento para hacer de las situaciones in extremis un álbum familiar y adelgazar compulsivamente de estresante soledad. Me he visto más de una vez apurando la noche para cumplir con mis obligaciones de estudiante o freganchín, tomando un atajo más largo que el camino oficial, pero con paisajes, merenderos...
...Delirante lentitud, y la cara que tenía Camilo Sesto en los primeros noventa ajeno a la mofa popular. Un quinquenio más tarde él recuperaría algo de éxito entre la sociedad civil, y tras otros cinco años, algo de expresión humana en los escenarios. Mi caso no tiene cura, la seriedad colgada del techo me sigue exprimiendo (y es un galicismo), aquí rodeado de restos de una fiesta y obsequios de oriundo desalmado, allí ganando terreno al mar estéril palabra por palabra, paralizado en el prólogo o, lo que es lo mismo, en las despedidas a los que terminaron su jornada.
A la mañana siguiente, un empleado de seguridad hace un visionado rutinario, rápido y pausado de las grabaciones del circuito cerrado de la noche anterior, noche cerrada y circular. Un cuerpo inmóvil será despedido por soñar despierto.
Esto nunca sucedió, pero sí regresos al alba (deshora) sin cobrar por vergüenza (deshonra), y se cumplió también que nunca pude hablar y vislumbrar en las calles el idioma que sí asimilaba en condiciones de sobremesa, en la hora del té económico, en la ventana llena de polvo, junto a una grieta de luz, panorámicamente solo.