jueves, 16 de julio de 2009

SITUARNOS EN UNA ÉPOCA IMAGINATIVA

¿Cómo va a ser lo mismo? Y lo pregunta alguien poco dado a las actividades complacientes, ya sean en forma de pruebas generacionales, ya se presenten en formato inmortal o relativas a la posteridad. Pero no puede ser considerado de la misma analítica un personaje real que con todo su ímpetu se sobrepone a la historia escrita de sus vecinos que uno entregado a la belleza de la calle Feria y paralelas, ya sea día laborable o ya sea domingo parsimonioso, entregado y abrazado a un asidero de la cultura circundante.
Ignacio Sánchez Mejías será percibido por muchos de mis amigos como un máscara (“será”, como si aún no hubiese muerto y nos anticipáramos a su relieve legendario). Piloto de carreras, presidente del Betis sin período de transmutación ("no había tiempo todavía, excelencia, se estaba labrando la magia sin efectos visuales contrastados"), y presidente de la Cruz Roja, piloto aéreo y jugador de polo, actor de cine y torero, escritor amigo de autores infalibles. Y yo, que he leído las tres obras conocidas de Ignacio, puedo afirmar categóricamente, esto es, con rigor sólo en el semblante, es decir, cerveza de la mano, que estábamos ante uno de los mayores dramaturgos de Andalucía: psicología con duende y costumbrismo existencialista y su metafísica moral.
Terminé descubriendo tamaña figura en medio de los más comprensibles parecidos a mis referentes vitales: la energía pedagógica de los Sernández, la receta espontánea de los Morales. Poco recorrido en mi garganta para todos estos amigos intemporales. Aprecié el fluir continuo de la historia y brindé por los amigos generosos.