sábado, 8 de noviembre de 2008

VIAJE AL CENTRO DE SEVILLA

Oficialmente, las primeras brisas del otoño eran el quince de septiembre, a las horas más relevantes. Yo había crecido creyendo en esa clase de frío, es decir, en cierto brillo en los ojos en jovencitas que piden refugio en ciudades grandes. Todavía no había envejecido nada, y eso debía aprovecharlo (ya me sabía de memoria el párrafo que fue escrito para un tiempo así).
Por mí, que pasaran los exámenes estrepitosamente sobre mi reputación, pero sin pausa, lo más rápido posible. Mientras yo estudiaba por contacto, interesantísimas colecciones se anunciaban sin cesar en la tele, y entre cena y cena (los horarios que diferencian a los vecinos) publirreportajes densos como las perrunillas nos hablaban sobre el cambio de moneda. Y en términos generales, la nitidez prometía ser el nuevo valor en auge.