lunes, 20 de julio de 2015

LITERAPY

Ya sé que echaré de menos algún día la casa más oscura de Andalucía (una casa muy cuca, con su plaga y todo). Humedad hasta en el silencio y suspiros en los umbrales. Un hogar.
Podía estar a oscuras durante horas, podía resolver ecuaciones narrativas despejando galanuras y destapando emociones encurtidas. En el guiño estaba la verdad. Con esos hallazgos, mi gasto de luz era insignificante, la luz se gestaba volviendo los ojos.
Las cosas que me pasaban día tras día, faldas tras cancela, las relacionaba de algún modo con ella. Cobraban sentido como variados ángulos de una misma expectativa. Sentía, sobre todo en el paso de cebra de la Cuesta del Rosario, algo parecido a una presencia desde alguna cámara de tráfico sobrevolando mis corregidos paseos, ¡esos hombros atrás!, esquilmando calles demasiado cortas, ¡no te encorves!, arreglando el mundo interior. La acción se trasladaba entonces de manera impetuosa a una mirada reinventada que, encerrada en una ventana, acertaba sin saberlo en sus semanales recreaciones, retumbando en los cristales del patio las abstracciones al reencarnarse en recuerdos. Una vida osada.