Nadie, ni siquiera María, tiene manos tan lluviosas.
Nadie, ni siquiera mi mano, tiene lluvias tan isleñas.
Nadie, ni siquiera el pequeño, tiene manos tan soñadas.
Nadie, ni siquiera nuestra nube, tiene brisas tan ausentes.
sábado, 29 de agosto de 2015
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