sábado, 30 de enero de 2010

LA RETRANSMISIÓN DE UNA SEGUNDA VIDA

Inés descansa desnuda contra mi brazo izquierdo. Apenas puedo escribir. Entonces, un vecino imaginario golpea la azotea con gratuidad, en un esfuerzo objetivamente vulgar por significar alguna cosa, más que nazareno, en la vida de una generación lejanísima. Ahora la miro, duerme, mueve sus labios hacia este hombro eternamente adolescente, huele a café recién hecho en toda esta casa. Vuelvo a mi vocación por la I+D al refugio de una clase de indolencia aguzada. Inés me dijo que yo era bueno, sus pechos me buscan entre las palabras.