jueves, 26 de noviembre de 2009

VIAJE SIN ABRIR LA BOCA

Y yo, que en mi adolescencia trataba con conocimiento de vida posterior la marea alta de Mont-Saint-Michel, me enfrenté con ascetismo a la pérdida de las emociones sin fronteras, a la caída de las esporas de la esperanza, desperdigadas y pisoteadas en los patios de slurry y en las plazas de ficus centenarios. Ayer estuve buscando por las tiendas inclinadas un recuerdo diferente, normando pero sutil, y sólo conseguí que me ensordecieran otra vez el espíritu las aceras sucias y las esquinas coléricas que llevaban de mi casa al instituto. La asimilación muerta, o drogada de nostalgia o de soluciones al dolor, no consentiría ya ningún atisbo de expresión luminosa, ni siquiera, Dios, cuando regresé al continente rodeado de agua y en el bus pusieron El Desprecio. En el sur impusieron el desprecio a la palabra escrita por gente escondida, regresé al hotel de Rennes y me tapé hasta la coronilla.