martes, 14 de octubre de 2008

NUBES Y CLAROS

Me iré a Londres y te escribiré desde allí. Así de lejos me escucharás más cerca que nunca. Cada carta te remitirá a una dirección nueva... a una dirección nueva. Me pasaré las horas en silencio, y la inmersión en el idioma se reducirá a una expresión serena de ironía. Y más importante, la inmersión en el carácter será una baliza que evitará naufragios de fatal desenlace, una señal para ti.
Me sabrán agridulce los días interminables, viviré con la bruma matinal y tu cuerpo ardiendo en la planta alta de los autobuses rojos y fregando cacerolas más grandes que mi padre.
Todo es temporal, los musicales, los estrenos mundiales, el Royal Albert Hall mitificado, el Albert Memorial desconocido, ...y un junio a la tarde noche.

1 comentario:

Rafa dijo...

Sí, vivíamos como escribíamos. A ratos, encerrados en habitaciones. Con miedo, con aburrimiento. O mejor, sin miedo ni esperanza. Sin ilusión pero soñando. O mejor aún, ni vivíamos ni escribíamos, ni teniamos miedo ni esperanza ni ilusión ni sueños, pero eso sí, aburrimiento nos sobraba. Y así fue como todos nos fuimos a Londres, o Londrés, con acento en la e, todos allí, de nuevo, repitiendo lo mismo que hacíamos en Sevilla. Pero con menos dinero, agotados, trabajando entre platos sucios y con tipos raros, bebiendo vino infame y las mismas cervezas de siempre, y haciéndonos un poco de historia colectiva, algunas anécdotas futuras y daños irreparables en estómagos demasiado sensibles (ese era yo). Pero resulta raro que unos 7 años después vuelva sobre esto, sobre apenas tres meses, después de todo lo pasado, en una habitación de hotel en Morristown NJ, cuando otras cuestiones debieran ocupar el tiempo que dedico a beber cerveza (las mismas de siempre) y a ver la TV americana, lo único bueno en este horroroso país. Un vistazo por la ventana a una noche algo nevada y silenciosa. Las carreteras que llevan a Jersey City, a Nueva York, a los pueblos y las casas, las calles vacías, la falta de vida en las calles y en los pueblos. Áreas comerciales en las que se venden hamburguesas y sandwiches y comidas absurdamente picantes. Gente soberbia y gente demasiado desesperada. Aunque al final, y de nuevo, lo peor sigo siendo yo. La ausencia de carácter, el miedo a todo, la sensación de que uno mismo es el peor enemigo de uno mismo. Y la verdad, son tantas las veces que me he repetido esto que no vale la pena insistir sobre ello. Pasó lo mismo hace un año en Pittsburgh, cuando me vine abajo inexplicablemente, delante de todos, y la única explicación que podía ofrecer era que estaba triste. Eso era todo. Y eso es todo. Estoy triste porque no soy quien quisiera ser. Por que soy quien quisiera ser y yo mismo me tiro a los pies de los caballos (gracias por la expresión DonManué). No sé, en estos casos nada ayuda. Sería necesario hablar de los demás, contar historias, narrar estados de ánimo de una forma algo más sutil, escribir. Escribir. La gente espera algo de uno, y uno también acaba esperando el sentarse alguna vez y comenzar el relato de quien sea, de lo que sea.

Summerfield Suites: Morristown NJ